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¿Quién decide el precio de las acciones?
Las acciones son una pieza fundamental en los mercados financieros. Representan una participación en una empresa, y permiten a los inversores beneficiarse de su crecimiento y, en muchos casos, de los dividendos que reparte. Por eso, son útiles tanto para quienes buscan rentabilidad a largo plazo como para quienes desean generar ingresos periódicos.

Ahora bien, una de las preguntas más habituales entre los inversores, especialmente los que están empezando, es: ¿quién decide cuánto vale una acción? ¿Por qué una acción cuesta 20 euros y otra 200? ¿Quién pone ese precio?

La respuesta no es una persona ni una institución concreta. Es el mercado.

Así funciona la subasta continua del mercado El precio de una acción se determina en tiempo real por la ley de oferta y demanda. Es decir, por lo que los compradores están dispuestos a pagar y los vendedores a aceptar.

Imagina una subasta permanente, donde millones de inversores de todo el mundo intentan comprar o vender sus acciones. Si hay más compradores (demanda) que vendedores (oferta), el precio sube. Si hay más oferta que demanda, el precio baja.
La oferta y la demanda En la bolsa los precios no se fijan de forma arbitraria, sino que son el resultado del equilibrio entre quienes quieren comprar y quienes quieren vender. Esta dinámica, que puede parecer simple, está influida por muchos factores que hacen que el precio de una acción cambie constantemente.

Supongamos que una empresa presenta unos resultados trimestrales mejores de lo esperado. Muchos inversores querrán comprar sus acciones, anticipando que la empresa seguirá creciendo. Esa mayor demanda hace que el precio suba, porque la gente está dispuesta a pagar más por sus acciones. La subida continuará hasta que el precio refleje las mejores expectativas de futuro que tiene esa empresa. Si, por el contrario, anuncia una caída en ventas, muchos creerán que igual no merece la pena tener esa acción y querrán vender, por lo que el precio bajará.
¿A qué precio empiezan a cotizar las acciones? Todos estos movimientos hacia arriba y hacia abajo parten de una base: debe existir un precio inicial sobre el que el mercado pueda empezar a moverse. Y eso se define antes de que la acción empiece a cotizar.

Cuando una empresa que no cotiza en la bolsa decide salir a bolsa por primera vez, para que sus acciones las pueda comprar cualquiera, lo hace a través de una Oferta Pública de Venta (OPV). En ese proceso, bancos de inversión y asesores financieros ayudan a la empresa a determinar un precio inicial para sus acciones. Este precio se basa en muchos factores: los beneficios actuales y futuros, el sector en el que opera, cómo de atractiva la consideran los inversores institucionales (por ejemplo, los fondos de inversión), y los precios de empresas parecidas.

El precio inicial no tiene por qué ser “bajo” o “alto” en términos absolutos. Una empresa puede empezar cotizando a 10 euros o a 1.000, dependiendo de cuántas acciones haya emitido y del valor total que se le asigne a la compañía.

Una vez estimado el valor total de la empresa, esta puede decidir en cuántas acciones quiere dividirlo. Cuantas menos acciones emita, mayor será el precio individual de cada una, lo que puede dificultar el acceso a los inversores minoristas.

Por ejemplo, si una empresa vale 10.000 millones de euros y emite 10 millones de acciones, cada acción valdrá 1.000 euros. Si emite 100 millones de acciones, cada una valdrá 100 euros…y así sucesivamente. Lo importante no es el precio por acción, sino el valor total de la empresa, lo que se conoce como capitalización bursátil.
Por eso no es correcto decir que una acción que vale 30 céntimos está baratísima, ni que una acción que vale 2.000 euros está carísima. Todo depende del precio que eso supone para el total de la empresa, y de si ese precio total es el adecuado para las perspectivas que tiene esa empresa.
¿Qué factores influyen en el precio? El valor de una acción no siempre coincide con su precio en el mercado. Para estimar su valor real, lo que se conoce como valor intrínseco, los analistas estudian factores como los beneficios actuales y futuros de la empresa, su posición competitiva, el sector en el que opera, las condiciones macroeconómicas… Incluso aspectos más cualitativos, como la experiencia del equipo directivo, la visión del CEO o la capacidad de adaptación a cambios tecnológicos, pueden influir en la valoración.

En concreto, una de las metodologías más utilizadas es el descuento de flujos de caja, que calcula cuánto valen hoy los beneficios que se espera que la empresa genere en el futuro. Si el precio de mercado está por debajo de ese valor estimado, se considera que la acción está infravalorada; si está por encima, sobrevalorada.

Detrás de cada orden de compra o venta hay decisiones, expectativas, emociones y datos. Son muchos los factores, económicos y psicológicos, que influyen en cómo se comportan los inversores y, por tanto, en cómo se mueve el mercado. La teoría dice que el precio incorpora toda la información disponible en el mercado, aunque cada persona puede asignar un valor distinto a esta información:
Resultados financieros: las empresas cotizadas publican sus cuentas cada trimestre. Si los beneficios crecen más de lo esperado, los inversores tienden a comprar. Si caen por debajo de lo esperado, tienden a vender. Expectativas y noticias: con frecuencia no es lo que pasa, sino lo que se espera que pase. Un rumor sobre una fusión, un cambio en la dirección o una nueva línea de negocio pueden mover el precio Política monetaria y tipos de interés: cuando los bancos centrales, como el Banco Central Europeo o la Reserva Federal, suben los tipos de interés, los productos de renta fija (como los bonos) ofrecen una rentabilidad más atractiva y siguen teniendo menos riesgo que las acciones. Esto, normalmente, hace que muchos inversores trasladen su dinero desde la bolsa hacia la renta fija, provocando caídas en las bolsas. Además, los tipos de interés más altos hacen que las empresas paguen más por sus deudas, lo que puede afectar a sus beneficios futuros. Emisión o recompra de acciones: si una empresa emite nuevas acciones gratis, pasa a haber más acciones en el mercado, pero sin que la empresa valga más, así que el precio tiende a bajar. Si, por el contrario, recompra acciones y las elimina, se reduce la cantidad de acciones disponibles, y el precio tiende a subir.
¿Y si nadie compra ni vende? En teoría, si no hay transacciones, el precio no cambia. Pero en la práctica, casi siempre hay alguien dispuesto a comprar o vender, aunque sea a un precio diferente. Por eso los precios se ajustan constantemente.

Entender esta dinámica es clave para cualquier inversor. Porque más allá de los gráficos y los titulares, el precio de una acción refleja las decisiones de miles de personas que, cada segundo, valoran lo que creen que vale una empresa. Comprender cómo se forma ese precio no solo ayuda a invertir mejor, sino también a mantener la calma en momentos de volatilidad. Porque detrás de cada movimiento del mercado hay lógica, aunque a veces no lo parezca.