¿Qué es el S&P 500 y por qué me tiene que importar lo que le ocurra?
Probablemente hayas oído hablar del S&P 500. O del “Standard & Poor’s”. Quizás sepas que es un índice bursátil, que tiene algo que ver con la bolsa estadounidense e intuyes que es importante, porque se menciona a menudo en las noticias de radio y televisión. Cuando el S&P 500 sube con fuerza y, sobre todo, cuando baja mucho, es una de las principales noticias del día. Por todo esto, puede que te hayas preguntado si se merece tanta atención. ¿Lo que le pase al S&P 500 es realmente tan relevante para ti y para tus inversiones? Sí, mucho. Vamos a entenderlo mejor…
¿Qué es el S&P 500?
Es un índice bursátil que reúne a 500 de las principales compañías estadounidenses. Como explicamos en detalle al hablar sobre el Ibex 35, un índice bursátil es una especie de cesta que contiene las acciones de un conjunto de empresas de un país, un sector, etc... El índice refleja el valor de la suma ponderada de estas compañías: esto quiere decir que las más grandes impactan más en el resultado del índice. De esta manera, si compro un ETF o un fondo de inversión que replica el comportamiento del S&P 500, lo que están haciendo en realidad es comprar una parte proporcional de cada una de estas 500 empresas. Pero no comprará el mismo número de acciones de cada compañía: Apple, Microsoft o Google-Alphabet (las tres compañías más grandes del mundo) tendrán más peso en la cartera que las empresas más pequeñas del índice.


¿Son las compañías del S&P 500 las más grandes de EE. UU.? No, pero sí están entre las más grandes. La composición del índice la decide un comité que tiene en cuenta el tamaño (es el factor más importante) pero también otros elementos relevantes, como el número de acciones que se compran y venden cada día (el volumen de negociación) o el porcentaje de acciones de la empresa que están disponibles en el mercado bursátil (por ejemplo, una empresa en la que una familia controla de forma permanente el 90 % de las acciones, solo tiene un 10 % de las acciones que se puedan comprar o vender en el mercado). Además, como ocurre con cualquier otro índice de renta variable, el S&P 500 no incluye las acciones de compañías que no coticen en bolsa, por muy grandes o conocidas que puedan ser.

¿Cuándo nace el S&P 500? Aunque ya había otros índices que agrupaban acciones en EE. UU., como el Dow Jones Industrial Average, el S&P 500 comienza a cotizar en el año 1957. Desde entonces, es el índice más citado, observado y analizado globalmente.

¿Cómo de grande y relevante es el S&P 500? Es el índice más grande del mundo. La capitalización bursátil de las empresas que lo componen (es decir, la suma de la valoración de todas sus empresas) supera los 30 billones de dólares (sí, millones de millones de dólares), lo que supone más del 80 % de la capitalización total del mercado norteamericano. Se estima que el valor total de todas las compañías que cotizan en bolsa en todo el mundo ronda los 90 billones de dólares, por lo que el S&P 500 supondría aproximadamente un tercio de ese total. Solo con estas cifras ya podemos hacernos una idea de lo relevante que es este índice y de por qué tiene tantos ojos fijos en él. Por eso, lo que pase en Wall Street (que es el nombre de la calle donde está la bolsa de Nueva York, donde se negocian las acciones del S&P 500) no solo nos afecta si invertimos directamente en el S&P 500. También si estamos invertidos en alguna estrategia de gestión pasiva a nivel mundial (con un índice como el MSCI World o ACWI) o si tenemos una cartera que replique el comportamiento de las bolsas de los países desarrollados, la evolución del S&P 500 tendrá una enorme repercusión en nuestras finanzas. Además, los movimientos del S&P 500 se consideran un buen termómetro de la confianza de los inversores en el futuro próximo de las empresas de EE. UU. y, por lo tanto, de la economía estadounidense (que sigue siendo la más grande del planeta).

¿Se puede equiparar lo que ocurre en los mercados financieros con la economía real? Sí y no. Ésta es una cuestión compleja y que requiere de muchos matices. La bolsa no refleja la economía real, sobre todo en el corto plazo. Es más, en ese corto plazo puede no ser siquiera un buen indicador: a menudo se han dado situaciones en las que el mercado de valores bajaba (o subía) mientras que los principales datos macroeconómicos iban en dirección contraria. Y es que en muchos momentos lo que mueve a las bolsas es el miedo o la euforia que se apodera de los inversores. Pero es igualmente cierto que, a medio plazo, la Bolsa sí guarda relación con la economía real, el crecimiento o el empleo.

¿De qué depende a medio y largo plazo la cotización de una empresa y de un índice? Depende, sobre todo, de la estimación que los inversores hagan acerca de sus beneficios futuros. Si una compañía sube de precio de forma consistente es porque se espera que lo hagan también los beneficios que consiga. Así, una caída sostenida en un índice es una señal de alarma: indica que los beneficios esperados para las empresas que lo componen son menores, lo que tendrá impacto en el empleo creado, los salarios de sus trabajadores o los dividendos que cobren sus accionistas. Con el S&P 500 hablamos de buena parte de las compañías más grandes del mundo. Por eso, un desplome pronunciado y duradero de su cotización no es una buena noticia ni para sus accionistas ni para el resto, aunque sólo sea por lo que nos dice sobre la evolución de la economía. De la misma manera, un mercado alcista sostenido en el tiempo suele coincidir con años de crecimiento económico y optimismo hacia el futuro. No es una coincidencia perfecta (se dice que la bolsa es un indicador algo adelantado del ciclo económico) pero sí existe relación en la tendencia a medio y largo plazo.
¿Qué ha pasado con el S&P 500 en los últimos 65 años? Desde 1957, el S&P 500 ha tenido unos resultados más que interesantes. Si tomamos como referencia el cierre del año 2021, la revalorización anual total (con dividendos incluidos y ajustada por la inflación) era del 6,7 %. Ver versión accesible de la gráfica Gráfica El gráfico muestra la evolución teórica de 100 dólares invertidos en el índice S&P 500 en 1957, teniendo en cuenta que se reinvierten los dividendos y descontando el efecto de la inflación. Partiendo de los mencionados 100 dólares en 1957, y teniendo en cuenta que la tasa anual de crecimiento compuesto ha sido del 6,7% entre 1957 y 2021, llegaríamos a una cifra de 6.774 dólares a final de 2021.” En octubre de 2022, cuando escribimos este artículo, ya sabemos que esta cifra hay que revisarla algo a la baja, porque el índice norteamericano cae cerca del 20 % en lo que va de año. En cualquier caso, la revalorización anual desde su creación en 1957 está en línea con lo que ha logrado el conjunto de la bolsa estadounidense en los últimos 200 años: ese 6,5-7 % anual en términos reales (es decir, descontando el efecto de la inflación) del que hablan los expertos. Si lo miramos por décadas, los 80, 90 y 2010 han sido los mejores momentos del índice (no es extraño que coincidan con momentos de fuerte crecimiento económico). Por el contrario, los años 70 y los 2000 fueron los menos favorables (crisis del petróleo y crisis subprime).
Y si yo tengo mi dinero invertido en otros activos, ¿por qué tiene que interesarme lo que le ocurra al S&P 500? Por lo que decíamos antes de que es un indicador de la situación y perspectivas futuras de la economía norteamericana. Porque si las empresas más grandes del mundo están en crisis, lo normal es que a las demás tampoco les vaya especialmente bien: si Apple vende menos también lo harán sus proveedores… o si baja la facturación de Amazon, muchos pequeños productores sufrirán. Porque los precios de unos activos también tienen impacto en otros. A menudo habremos escuchado en las noticias cómo un mal día (o uno muy bueno) en Wall Street se hace sentir también en las bolsas europeas. No hay una relación matemática, pero sucede con mucha frecuencia.
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