“Mi consejo a los encargados de gestionar el patrimonio de mi mujer no puede ser más simple: poned el 10% del dinero en bonos del gobierno a corto plazo y el 90% en un fondo indexado al S&P 500 con muy bajas comisiones” Warren Buffet (hablando sobre las instrucciones que ha dejado en su testamento)
Hemos trabajado duro para tener dinero ahorrado, o nos ha llegado sin esperarlo, a través de un premio o de una herencia. Y entonces llega la gran duda: ¿qué hacer con el dinero?
Algunos ahorraban con un objetivo claro: irse de vacaciones a algún sitio especial, comprar algo que llevaban tiempo queriendo tener… pero muchos otros querrán que ese dinero se ponga a producir, para tener más dinero el día de mañana. Y no hay un producto que sea mejor que los demás, cada uno cumple su función, y los inversores tienen que ver cuáles se ajustan mejor a su situación particular.
7 posibles destinos para el dinero
El primer paso es conseguir un colchón de ahorros para emergencias, algo que no debe faltarle a nadie. No se debería dar el paso a invertir si no se tiene esta reserva previa de dinero. ¿Por qué? Porque si viene una emergencia (se estropea nuestro coche definitivamente, tenemos que afrontar un gasto serio en nuestra casa, nos quedamos sin trabajo…) y todo el dinero está invertido, puede que haya que vender deprisa y con pérdidas.
Vamos a ver qué hacer con el dinero ahorrado por encima del colchón de ahorros si queremos conseguir algo de rentabilidad.
El ahorro, en serio
Los más avanzados habrán ahorrado directamente en una cuenta de ahorro, que va dando unos intereses por tener el dinero ahí. Eso ya es un buen comienzo, porque verán cómo cada mes van teniendo un poco más de dinero sólo por los intereses que genera. Es el primer paso, al menos hasta tener el colchón para emergencias.
Pero si queremos seguir ahorrando en serio, y no vamos a necesitar el dinero en unos meses, los depósitos pueden ser una buena opción. Normalmente ofrecen más de rentabilidad que las cuentas de ahorro normales, a cambio de mantener el dinero, sin sacarlo, durante un tiempo (hay opciones desde unos pocos meses hasta más de un año, para ajustarse a las necesidades de cada uno).
La renta fija, la opción “conservadora”
Los bonos y las letras son promesas de pago: alguien (una empresa, el gobierno) pide dinero y promete que lo devolverá pasado un tiempo, y que además pagará intereses. Lo normal es mantener la inversión hasta que venza, es decir, conservar el bono o la letra hasta la fecha en que recibamos todo el dinero de vuelta. Como el plazo varía mucho (los hay desde unos meses hasta 30 años o más), debemos tener claro que no vamos a necesitar el dinero en ese plazo y, si creemos que lo vamos a necesitar, hay que asegurarse que sabemos dónde venderlo (¿hay alguien que nos lo pueda comprar? ¿cómo lo pongo a la venta?).
¿Qué podemos esperar? La rentabilidad es conocida desde el comienzo: lo que pague el bono o letra como cupón, los intereses que vamos a recibir. El riesgo que corremos es el de que no nos devuelvan el dinero. Si sólo prestamos el dinero a un emisor (una empresa, o un gobierno), el riesgo que corremos es alto, por eso es recomendable diversificar.
Ojo con aquellos que ofrecen tipos muy altos: eso significa que el mercado no se fía de ellos, y por eso tienen que pagar muchos intereses para atraer inversores. La forma de saber el riesgo que tiene cada empresa o gobierno es buscar en internet su rating crediticio: cuanto más alto sea, más probable es que recibamos nuestro dinero de vuelta sin problemas.
La bolsa o renta variable
Cuando compramos una acción pasamos a ser propietarios de una parte (pequeña) de una empresa. Así que el destino de nuestra inversión está ligado al de esa empresa, tanto para bien como para mal. Podemos mantener la inversión todo el tiempo que queramos, no hay un plazo fijado.
¿Qué podemos esperar? Tener acciones de una sola empresa (sea cual sea) es muy arriesgado, porque todo el dinero dependerá de la evolución de esa empresa. Y esa empresa puede ser muy rentable, pero también puede quebrar por sorpresa y que perdamos toda la inversión. Por eso la mayor parte de inversores que optan por comprar acciones, lo hacen en varias empresas, para reducir el riesgo.
Al invertir en una empresa, nos corresponde una parte proporcional de los beneficios de cada año, pero es el Consejo de administración de cada empresa quien decide si se reparte como dividendos os e reinvierte en la empresa para seguir creciendo.
Fondos de inversión
Los fondos son una forma de invertir en bolsa, en bonos o en una mezcla de ambos, junto con muchos otros inversores. También pueden invertir en otras cosas más difíciles de alcanzar para el inversor medio: materias primas (oro, petróleo…), divisas (dólares, libras…), derivados (futuros y opciones), etc. Le aplica lo mismo que a los dos puntos anteriores, pero con tres grandes ventajas:
Hay una persona que gestiona el dinero a cambio de una pequeña comisión, y así nos ahorramos el tiempo necesario para decidir en qué empresas o bonos invertir
Al juntar el dinero de muchos inversores la diversificación es más sencilla, podemos tener acciones y bonos de muchas empresas diferentes, reduciendo el riesgo de perder dinero
En España, los partícipes de los fondos pueden pasar su dinero a otros fondos sin pagar impuestos por los beneficios conseguidos hasta ese momento. Sólo al vender el fondo y recibir el dinero en la cuenta habrá que pagar impuestos por todos los beneficios conseguidos hasta entonces.
Planes de pensiones
Los planes de pensiones funcionan igual que los fondos de inversión, la mayoría son de renta variable (acciones), renta fija (bonos y letras) o mixtos (una mezcla de ambos).
Su característica fundamental es que lo aportado cada año (que está limitado a 1.500 euros) está exento de pagar IRPF. Sí tributarán cuando lo rescatemos, pero mientras tanto, el extra de dinero que hemos tenido invertido puede ir generando rentabilidad.
A la hora de recuperar el dinero invertido (generalmente en el momento de la jubilación), la mayoría de los inversores opta por cobrar un poco de dinero cada año porque, si se recupera todo de golpe, la cantidad de impuestos a pagar puede ser muy considerable.
Vivienda y semejantes
Algunos inversores prefieren invertir en vivienda, en plazas de garajes o locales comerciales, con la idea de que “el ladrillo nunca baja” y de que es mejor ser dueño de “algo que se puede tocar”.
Como en el caso de las acciones y bonos, el principal riesgo es que normalmente se compra sólo una vivienda, o una o dos plazas de garaje, por lo que el riesgo está bastante concentrado. Si hemos elegido mal el sitio, o los materiales no son buenos, o tenemos mala suerte al alquilarlo, puede convertirse en una mala decisión financiera.
Sin embargo, hay mucha gente que “invierte” su dinero en la compra de su propia vivienda. Es una de las formas clásicas de obligarse a ahorrar en España. Y aquí el objetivo de la inversión no es tanto obtener un alquiler y que se revalorice con el paso del tiempo, sino tener un hogar en el que vivir. Y esa decisión no es sólo financiera.
Otras opciones menos habituales
Hasta ahora hemos visto las opciones más conocidas y fáciles de entender. Pero es fácil que oigamos hablar sobre otras opciones:
Oro. Es la opción clásica para mantener el valor de nuestro patrimonio. No genera intereses ni dividendos, pero su precio suele subir cuando todo lo demás baja, cuando la incertidumbre es muy elevada o cuando sube la inflación.
Divisas y criptomonedas. Al no tener algo por detrás que justifique su valor (las acciones tienen una empresa que genera beneficios, los bonos tienen una promesa de pago, pero las monedas es una herramienta de intercambio), su precio es muy volátil y es difícil asignarle un valor objetivo.
Derivados financieros (opciones y futuros). Son de los productos más complejos para el inversor corriente, y que puede llevarle a perder mucho dinero. Mejor evitarlo a no ser que se entiendan muy bien.
Joyas, arte, sellos, whisky… (bienes mobiliarios reales). Igual que los derivados, son productos en los que es difícil entender bien el valor, excepto para los expertos en cada uno de ellos.
¿Qué es adecuado para mí? La prueba del algodón
Como la lista de opciones es larga, el primer filtro es no invertir en aquello que no entiendo cómo funciona. Es decir, si no sé explicar de forma sencilla cómo funciona un producto, eso significa que no es para mí. Al menos hasta que aprenda más sobre él y sepa decidir si es para mí.
¿Qué preguntas nos tenemos que hacer para decidir por uno o por otro?
¿En qué estoy invirtiendo? Y si invierto a través de un fondo de inversión o plan de pensiones ¿qué filosofía de inversión sigue para gestionar mi dinero?
¿Qué tiene que pasar para que reciba mi dinero de vuelta y gane un poco? ¿Puedo vender en cualquier momento?
¿Es un activo real o una promesa de pago?
¿A quién le estoy dejando el dinero? ¿De quién depende que yo cobre? ¿Cómo de abierto y transparente es el mercado para mis activos?
¿Cuál es la combinación de rentabilidad y riesgo? ¿Cuál es el nivel máximo de ganancias que puedo tener y cuál es el nivel mínimo que recuperaría si las cosas salen mal? ¿Qué tiene que pasar para perderlo todo?
Como es lógico, cada uno tiene que ponderar cuándo necesitará el dinero, hasta qué punto es capaz de aguantar bajadas temporales en la rentabilidad, sus conocimientos, cómo tiene distribuido su patrimonio, etc. antes de decidir en qué productos invertir.