La contabilidad emocional en las inversiones
Todo el mundo sabe por experiencia que perder dinero duele. De hecho, sabemos intuitivamente que la sensación negativa que genera una pérdida es mayor que la sensación positiva que genera una ganancia de igual magnitud. Este fenómeno fue analizado por los psicólogos israelíes Kahneman y Tversky en su “teoría de las perspectivas” en 1979. Ellos Lllegaron a estimar que las pérdidas nos producen el doble de dolor que la alegría que nos generan las ganancias de igual magnitud. Es decir, que el malestar de ir por la calle y perder 50 € no equivale a la alegría de ir por la calle y encontrarse 50 €; tendríamos que encontrarnos 100 € para sentir el mismo impacto emocional. Esta asimetría en las emociones es un sesgo de la conducta humana llamado aversión a las pérdidas y es especialmente notable en el terreno de la inversión. Esta diferencia entre las sensaciones que provocan las ganancias y las pérdidas no es anecdótica; puede tener un impacto muy real en la rentabilidad que obtenemos. Nos puede hacer vender y materializar las pérdidas, es decir transformar una pérdida teórica en real. Sin embargo, debemos saber que estas pérdidas son parte de un camino en el que a largo plazo sí que generaremos beneficios. Entonces, ¿qué es lo que debemos hacer para lograr esto último? Idealmente, evitar consultar la evolución de nuestra inversión con mucha frecuencia.

¿Cada cuánto debo mirar cómo va mi fondo? Estar demasiado pendientes de nuestra inversión nos lleva a concentrarnos demasiado en los vaivenes del corto plazo. Sin embargo, es en el largo plazo, en general, cuando las inversiones generan rentabilidad (siempre que estén suficientemente diversificadas y tengan bajas comisiones).
Para ilustrar el impacto psicológico negativo que puede tener seguir nuestro fondo con mucha frecuencia, veamos un ejemplo. Supongamos que dos inversores, Álvaro y Bruno, contratan el 1 de enero de 2020 un fondo que a lo largo del año genera una rentabilidad del 5,2 %. Álvaro decidió no mirar cómo iba su fondo hasta final de año, mientras que Bruno lo estuvo consultando una vez cada mes.
Álvaro ha estado expuesto solamente a un resultado de su fondo por lo que el impacto emocional de ver la rentabilidad es positivo (rentabilidad de 5,2 %). Al no estar expuesto constantemente al mercado, Álvaro no ha experimentado la tensión de ver rentabilidades negativas con mucha frecuencia.
Por su parte, Bruno, que tiene el mismo fondo, ha consultado el valor de su inversión todos los meses, viendo los siguientes resultados:

Pulsa aquí para una versión accesible a la gráfica La tabla muestra la rentabilidad financiera real obtenida cada mes por un fondo de inversión.
En concreto muestra que:
En enero la rentabilidad fue de 2,7%. En febrero la rentabilidad fue de 3,3%. En marzo la rentabilidad fue de -0,2%. En abril la rentabilidad fue de -1,8%. En mayo la rentabilidad fue de -0,9%. En junio la rentabilidad fue de 1,5%. En julio la rentabilidad fue de -1,0%. En agosto la rentabilidad fue de -0,1%. En septiembre la rentabilidad fue de 1,8%. En octubre la rentabilidad fue de -0,2%. En noviembre la rentabilidad fue de 3,2%. En diciembre la rentabilidad fue de -3,0%. Y la rentabilidad total anual fue de 5,2%.
La rentabilidad que ha tenido ha sido también del 5,2 %; sin embargo, su experiencia ha sido mucho más estresante que la de Álvaro, porque ha sufrido muchos meses de pérdidas por el camino. De hecho, si aplicamos la estimación de la teoría de la aversión al riesgo, como las pérdidas tienen el doble de peso emocional que las ganancias, podemos calcular que su “rentabilidad emocional” es de -2,3 % multiplicando por 2 la rentabilidad de cada mes en negativo:
Pulsa aquí para una versión accesible a la gráfica La tabla muestra la rentabilidad financiera real obtenida cada mes por un fondo de inversión.
Esta rentabilidad emocional se calcula multiplicando las rentabilidades negativas por dos y la tabla en concreto muestra que:
En enero la rentabilidad fue de 2,7%. En febrero la rentabilidad fue de 3,3%. En marzo la rentabilidad fue de -0,4%. En abril la rentabilidad fue de -3,6%. En mayo la rentabilidad fue de -1,8%. En junio la rentabilidad fue de 1,5%. En julio la rentabilidad fue de -2,0%. En agosto la rentabilidad fue de -0,2%. En septiembre la rentabilidad fue de 1,8%. En octubre la rentabilidad fue de -0,4%. En noviembre la rentabilidad fue de 3,2%. En diciembre la rentabilidad fue de -6,0%. Y la rentabilidad total anual fue de -2,3%.
Es decir: Rentabilidad financiera y emocional de Álvaro al ver el resultado una vez al año: 5,2 % Rentabilidad financiera de Bruno al ver el resultado una vez al mes: 5,2 % Rentabilidad emocionalde Bruno al ver el resultado una vez al mes: -2,3 %

¿Cómo hacer seguimiento de las inversiones? Un inversor se hará a sí mismo un gran favor financiero si no consulta constantemente el valor de su fondo. De hecho, si por algún motivo decide hacerlo, es importante que sea capaz de ver cada uno de los meses como parte de un gran juego en el que, a la larga, casi siempre se sale victorioso. Reducir esta fuente de tensión nos lleva a mejorar la calidad emocional de nuestra vida y la rentabilidad de nuestra cartera, pues evitamos que malos resultados a corto plazo nos desvíen de obtener buenos resultados en el largo plazo.
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