Capacidad de endeudamiento: ¿Qué es y cómo calcularlo? Comprar una casa, cambiar de coche, reformar tu vivienda… Todos tenemos proyectos en mente que nos gustaría realizar y la financiación es una de las vías que nos puede ayudar a alcanzarlos. El primer paso para lograrlo será conocer tu capacidad de endeudamiento y aprovecharla, para garantizar que cuidas de tu salud financiera al mismo tiempo que conviertes una idea en realidad. A continuación, resolvemos las dudas más frecuentes y te ofrecemos algunos consejos que te pueden resultar muy útiles durante el proceso.

¿Qué nivel de endeudamiento es positivo o sano?

Un nivel de deuda adecuado es aquel que puedes afrontar sin problemas con tus ingresos. El Banco de España recomienda que el límite de endeudamiento en tu hipoteca no supere el 35% de los ingresos en términos generales, aunque puede elevarse al 40% en el caso de la hipoteca. De hecho, es un dato que las entidades financieras tienen en cuenta a la hora de decidir si te conceden o no un préstamo o una hipoteca. Si tu ratio de endeudamiento supera esos porcentajes es posible que no te presten el dinero. Y si está por debajo, ese porcentaje marcará el límite de dinero que podrás pedir.


¿Cómo se mide la capacidad de endeudamiento de una persona?
La fórmula para hacerlo es calcular el ratio de deuda sobre ingresos. Para averiguarlo solo tienes que seguir tres pasos: Suma todos tus ingresos fijos y recurrentes. Suma todas todos tus gastos fijos como por ejemplo el alquiler, transporte, deudas que tengas. Multiplica el resultado por 0,40. El resultado será tu capacidad de endeudamiento y la fórmula concreta es: Capacidad de endeudamiento= (Ingresos – Gastos fijos) x 0,40 El siguiente ejemplo te ayudará a entenderlo mejor. Imagina una familia con unos ingresos de 2500 € y unos gastos fijos de 1250 € ¿Cuál sería su capacidad de endeudamiento? Aplicando la fórmula el resultado sería de 500 €. Deuda buena, deuda mala según Robert Kiyosaki Robert Kiyosaki, autor del best seller ‘Padre Rico, Padre Pobre’, explica que los ricos también se endeudan, solo que al hacerlo diferencian entre deuda buena y deuda mala. La primera es la que te ayuda a ganar más dinero cada mes y la segunda la que no lo hace. Por ejemplo, una hipoteca para comprar una segunda residencia puede ser una deuda mala si solo usas la vivienda para veranear. Si, además, la alquilas cuando tú no la usas, estaríamos ante una deuda buena. En resumen, para Kiyosaki una deuda buena es la que compra activos y una mala la que adquiere pasivos. ¿Para qué es útil conocer la capacidad de endeudamiento?

Que la deuda no supere el 40% de tus ingresos es solo la recomendación general. Lo cierto es que el nivel de endeudamiento es algo muy personal, que tiene que ver tanto con los números como con tu capacidad para gestionar la deuda a nivel psicológico. La deuda es uno de los principales factores de estrés financiero. Genera una obligación económica que afecta a cada persona de forma diferente. Para que la deuda sea una herramienta eficaz es importante que no se convierta en una losa emocional para ti. Dedica un tiempo a reflexionar cómo es tu relación con la deuda. Podríamos clasificar en dos el tipo de impacto emocional que puede suponer para una persona su ratio de endeudamiento. Están aquellos que son capaces de gestionar un ratio más elevado, porque confían en que el plan que han diseñado para hacer frente a los pagos funcionará adecuadamente. Sin embargo, otros prefieren ser más precavidos, ir más sobre seguro, rebajando el ratio de endeudamiento con lo que reducen el nivel de riesgo asumido. La razón que motiva a este segundo grupo es su propia tranquilidad, la garantía de que incluso en el peor de los escenarios podrán asumir los pagos futuros de la misma. Entender cuál es tu perfil emocional frente a la deuda es lo que de verdad servirá para definir lo que es para ti un endeudamiento sano y lo que es excesivo. Eso sí, sin perder de vista el límite del 40% recomendado que acabas de ver.
Endeudamiento sano con préstamos sanos

La tercera pata de un endeudamiento positivo es el propio préstamo. Cada préstamo e hipoteca es diferente y es importante tener claras las condiciones que te ofrece. En concreto, hay tres aspectos que debes valorar para saber si estás ante un buen préstamo: El tipo de interés que te ofrecen. Para evitar confusiones, fíjate siempre en la TAE y no en el TIN o tipo de interés nominal. Las comisiones, especialmente la comisión de estudio y apertura en los préstamos personales, así como los gastos de cancelación o las comisiones por amortización anticipada. Conocer qué acciones en concreto podrían suponer un coste extra sobre la cuantía inicial acordada te permitirá tomar una decisión consciente e informada. Los productos bonificados y otras vinculaciones, que pueden ir desde tener que domiciliar la nómina para conseguir el préstamo hasta contratar ciertos seguros con la hipoteca. Igual que ocurre con la deuda, las bonificaciones no son malas en sí mismas. Simplemente es un elemento que debes valorar para tomar una decisión informada sobre el préstamo. Habrá ocasiones en las que esa bonificación compensará y otras en las que no y por eso es importante conocer las condiciones de los productos que te ofrecen (posibles comisiones, compromiso de permanencia, condiciones de uso, gastos mínimos, etc.). En definitiva, convertir en realidad esa idea que lleva tiempo rondando por nuestra cabeza (hacer un viaje inolvidable con la familia, cambiar el coche de tres puertas por uno de cinco o reformar la cocina), no es un sueño inalcanzable. Podemos ayudarnos de la financiación que nos ofrecen los bancos, aunque si optamos por esta vía debemos hacerlo conociendo bien nuestra capacidad de endeudamiento en base a nuestros ingresos, pero también aquella que nos dará tranquilidad a final de mes, así como entender adecuadamente las condiciones del préstamo que vamos a firmar.
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