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Guía para empezar a invertir
¿Qué pasa con nuestros ahorros si los tenemos parados? Cuando tenemos dinero parado durante mucho tiempo es probable que a la larga perdamos dinero ya que la inflación irá, poco a poco, limando el poder adquisitivo de nuestro capital. Es por eso que existe una relación entre ahorro e inversión, la inversión nos da opciones para poder sacar partido a nuestros ahorros. ¿Eso sí, hablamos de una inversión consciente y adecuada a nuestras circunstancias, necesidades y personalidad. Para lograrlo, el primer paso es saber en qué estamos invirtiendo y por eso es importante conocer las alternativas que tenemos.
Tipos de activos financieros más comunes Los más habituales para el inversor medio son estos: Acciones Bonos Fondos de inversión Planes de pensiones En todos los casos hay tres factores determinantes que influyen en el resultado de nuestra inversión: liquidez-plazos, riesgo y rentabilidad. A. Acciones (RENTA VARIABLE): Al comprar una acción nos convertimos en propietarios de una parte (pequeña) de una empresa y compartimos su destino, para la bueno y para lo malo. En este tipo de activos la diversificación (invertir en varias empresas) es muy recomendable. No es lo mismo tener acciones de 40 empresas que tener acciones de una sola compañía. Lo que en un caso implica un riesgo muy elevado en otro se convierte en una inversión bastante segura, al compensarse unas con otras. Liquidez-plazos: no hay un término fijo para las acciones. Podemos tenerlas toda la vida o venderlas un minuto después de haberlas comprado. Eso sí, no todas las empresas ni todos los mercados son igual de líquidos (es decir, no en todos los casos es tan fácil vender el título siempre que queramos). Riesgo: muy elevado, a corto y largo plazo. Tener acciones de una única empresa puede ser muy rentable, pero también puede ser la ruina, si esa empresa quiebra. Rentabilidad: del cero al infinito. Los que invirtieran 5000 dólares en acciones de Apple en 1980 hoy serán multimillonarios (si no las han vendido), los que las compraran de Enron, hoy no tienen nada. B. Bonos y letras (RENTA FIJA): Son deuda. Es decir, promesas de pago. Alguien nos pide dinero y nos promete que nos lo devolverá, con intereses, en un plazo determinado. Liquidez-plazos: depende de cada emisión. Las hay a corto plazo (desde 3 meses) y a 30 años. Eso sí, es muy importante conocer si hay mercado para vender los bonos antes del cumplimiento del plazo en caso de necesidad. Riesgo: depende de la solvencia del emisor. En el mercado de bonos, el riesgo y la rentabilidad van de la mano. Cuando un emisor ofrece un tipo más elevado que el ofrecido por otro emisor es porque no le queda más remedio: el mercado lo considera menos fiable y le exige un tipo más elevado para financiarle (esa diferencia refleja el riesgo que el mercado anticipa entre un emisor y otro).

En los bonos, es complicado perderlo todo. Incluso en el caso de que el emisor no pueda pagar y acuda a concurso de acreedores, este proceso suele resolverse con una quita (impago parcial).

También aquí vale lo dicho en las acciones sobre la diversificación: poner todos los huevos en la misma cesta o prestar todo nuestro dinero al mismo deudor tiene mucho más riesgo que una estrategia dirigida a comprar bonos de diferentes emisores.
Rentabilidad:es conocida desde el inicio. Ganaremos lo que diga el cupón del bono. Aquí sólo podemos incluir un matiz: si vendemos el bono antes de su vencimiento y el precio de este ha subido, podríamos obtener más rentabilidad de la prevista.

A la hora de adquirir el bono, la pregunta que debemos hacernos es si vamos a mantener el título hasta el vencimiento o queremos venderlo si sube su valor conforme a nuestras expectativas.
C. Fondos de inversión: Pueden ser de renta variable, renta fija o mixtos. Este tipo de activo está al alcance del inversor medio y es simplemente, otra forma de invertir en acciones o bonos. Por eso, lo apuntado en los dos apartados anteriores sobre liquidez, riesgo y rentabilidad sigue siendo válido en éste. La diferencia fundamental es que, en vez de comprar las acciones y bonos directamente, damos nuestro dinero a alguien (el gestor del fondo) para que lo gestione, junto con el dinero de muchas otras personas. Este gestor decide en qué invertir ese dinero, pero siempre acorde a unas reglas fijadas de antemano, es decir, no puede hacer lo que quiera con el dinero: tiene unas restricciones que se fijan en la Política de inversión del fondo (que están a disposición de todo el mundo). Entonces, ¿por qué empezar a invertir en un fondo? El objetivo, en este caso, es triple: Gestión profesional: quizás el ahorrador medio no sabe de qué empresa o empresas comprar acciones o bonos. Por eso, adquiere una participación en un fondo. En el mismo, y a cambio de una comisión (el precio que paga por la gestión), un profesional agrupa el ahorro de muchos partícipes y lo invierte en su nombre. Diversificación y menor riesgo: como apuntábamos antes, la diversificación es una muy buena manera de reducir el riesgo. Y esto vale para las acciones y para los bonos. Puede caer una empresa, pero si tenemos 40 acciones diferentes, no sería normal que todas ellas se vinieran abajo.

En este sentido, los fondos permiten al ahorrador medio diversificar ese riesgo con un coste más bajo y menos complicaciones que si lo hiciera él mismo. Al contratar un fondo, el inversor no tiene que lidiar con la complicación (y el encarecimiento) de comprar 40 acciones o bonos, seguir su evolución, vender y recomprar en el mercado… Todas estas tareas las asume el fondo y las ejecuta a un precio más bajo.
Ahorro en impuestos y flexibilidad:en España, los partícipes pueden cambiar de fondo sin tener que pasar por Hacienda. El traspaso es automático y los beneficios adquiridos hasta ese momento no pagan impuestos. Sólo cuando pasemos el dinero del fondo a nuestra cuenta corriente tendremos que abonar los impuestos correspondientes.
D. Planes de pensiones: en lo que hace referencia a los activos en los que están invertidos, son iguales que los fondos de inversión. Es decir, pueden ser de renta variable, fija o mixtos. Y operan de forma similar. La diferencia hay que buscarla en la normativa que les afecta, sobre todo en cuanto a los impuestos y el rescate. Así, los planes de pensiones son, como su propio nombre indica, un tipo de activo diseñado con un objetivo finalista: tener un colchón de ahorro en el momento en el que nos jubilamos. Su principal ventaja es fiscal: el dinero destinado a este fin está exento, hasta los 8.000 euros de aportación máxima anual, de pagar IRPF. Para aquellos contribuyentes que se encuentren en los tipos más elevados de este impuesto, puede ser un pellizco considerable. El IRPF se paga en el momento de rescatar ese dinero (se difiere el impuesto, pero no se elude). La parte buena es que ese dinero, que no ha tributado, sí ha podido generar rentabilidades extra a lo largo de los años, por lo que sí puede salir rentable el diferimiento fiscal. La segunda característica de los planes de pensiones es que no se puede recuperar el dinero metido en los mismos a voluntad del partícipe. Hasta 2015, los planes de pensiones no se podían rescatar antes de la jubilación salvo si el partícipe se encontraba en una serie de circunstancias tasadas por la ley (la normativa hace referencia a dificultades sobrevenidas, como encontrarse en paro o una enfermedad grave). En 2015 se introdujo una modificación y ahora sí se puede rescatar el dinero invertido que haya permanecido al menos 10 años en el plan. Eso sí, esta posibilidad comenzará a ser efectiva en 2025 y sólo para el dinero que tenga 10 años de antigüedad en el plan, no para el conjunto de lo invertido.


Otras alternativas de inversión A. Bienes mobiliarios reales: joyas, arte, sello, etc. La clave reside en conocer aquello en lo que estamos invirtiendo. Por ejemplo, si queremos ahorrar a través de la compra de un cuadro, la pregunta sería: ¿Conozco el mercado del arte y las antigüedades? ¿Es razonable el precio que estoy pagando? ¿Puedo vender el cuadro si lo necesito? Sólo si conoces mucho un mercado y puedes responder con seguridad a las preguntas del párrafo anterior puede tener sentido dedicar parte de tu patrimonio a este tipo de bienes y empezar a invertir en los mismos. B. Vivienda y otros bienes inmobiliarios: puede ser una oportunidad y una trampa, según cuál sea nuestro acercamiento a este mercado. Como siempre, lo importante es tener la información para tomar las decisiones antes de invertir en este tipo de activo. C. Cuenta de ahorro y depósitos: es lo que los expertos llaman “dinero a la vista”, fondos que se pueden reclamar en cualquier momento (o en un plazo de tiempo muy breve, como en la mayoría de los depósitos) sin sufrir apenas penalización. En el actual contexto de tipos de activos, estos productos no pueden considerarse como activos de inversión. La cuenta de ahorro y los depósitos sirven para ahorrar y son una herramienta fundamental para el ciudadano medio. Pero no debemos engañarnos, ahora mismo no nos ofrecerán una rentabilidad que merezca la pena o donde sea posible empezar a invertir de manera activa. En estas circunstancias, su función es doble: en primer lugar, ser el centro de nuestro ahorro y el lugar donde ir guardando el dinero hasta que decidamos en qué invertirlo; en segundo término, nos sirven como colchón de liquidez. Consejos para empezar a invertir En resumen, son muchas las alternativas disponibles para poder empezar a invertir; sin embargo, hay dos cosas que siempre debemos tener en cuenta, independientemente de la opción por la que nos decidamos: No invertir en ningún producto que no conozcamos y comprendamos bien. Mirar siempre el precio (las comisiones) de los activos financieros en los que pensamos empezar a invertir. Es lógico pagar algo por la gestión y el servicio. Pero ni todas las comisiones están justificadas ni todos los gestores o asesores las merecen. Y a largo plazo, una comisión en apariencia pequeña puede marcar la diferencia entre una buena rentabilidad y una inversión decepcionante.

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