En ING no creemos en la inversión como forma de hacerse rico de la noche a la mañana. Creemos que la inversión es una herramienta para hacer que nuestro dinero vaya creciendo poco a poco, con subidas y bajadas por el camino, pero con nuestra vista fija en el largo plazo. Porque los estudios (y la historia) demuestran que es la forma más segura de conseguir ganar dinero.
Lo más importante es entender bien en lo que inviertes (no vale invertir en cualquier cosa), ser constante (aumentar la inversión según consigas apartar dinero para ello) y mantener una disciplina (no asustarse en los malos momentos, ni entusiasmarse en los buenos). Analizamos las 3 claves de nuestra filosofía de inversión: Inversión NARANJA+.
PRIMERA CLAVE
Los básicos
Diversificar Lo primero es de sobra conocido: si concentramos toda la inversión en una sola cosa (acciones de una empresa, o de una región, o de un sector), vamos a depender en exclusiva de cómo le vaya a eso que hayamos elegido. Podemos tener la intuición de que a una empresa le va a ir bien, o de que un país va a seguir creciendo a buen ritmo en el futuro, pero si sucede algo que no hemos sido capaces de prever, podemos perder gran parte de la inversión inicial, o quizá pasar años sin que ganemos nada.
Pasa lo mismo si invertimos de golpe, confiando en que sea el momento perfecto para invertir. A veces no tenemos alternativa, si recibimos una gran cantidad de dinero de golpe, pero normalmente lo ideal es invertir poco a poco, una cantidad fija, de forma automática cada mes. Esto hace que cuando bajan los precios compremos más cantidad, y cuando suben, menos. Y que poco a poco vayamos acumulando un patrimonio.
Controlar el riesgo Además, hay que entender cuánto riesgo somos capaces de asumir. No es lo mismo invertir en los mercados emergentes, que pueden tener subidas y bajadas del 50 % o más, que en renta fija, que normalmente se mantiene más estable. Por lo tanto, si creemos que al ver una caída del 20 %, por ejemplo, vamos a querer venderlo todo, deberíamos invertir en algo con menos riesgo, que tenga un porcentaje de renta fija, o de oro, o de otro producto, que ayude a suavizar las caídas cuando la bolsa caiga.
Largo plazoPero cualquier esfuerzo en diversificar y ajustar el riesgo sería en vano si no pensamos a largo plazo. En el corto plazo es imposible predecir si la bolsa, la renta fija o las materias primas van a subir o bajar. Igual que es imposible saber si en Estados Unidos o Asia las cosas van a ir bien o mal. El año 2020 ha sido una buena prueba de ello: nadie podría haber predicho que en marzo caería la bolsa mundial como lo hizo. Ni tampoco que se recuperaría en cuestión de meses (la bolsa europea, y en concreto la española han sido la excepción, a principio de 2021 siguen por debajo de los niveles de febrero 2020). Sin embargo, en el largo plazo, la bolsa mundial siempre ha tendido al alza, por encima de cualquier otro tipo de inversión.
Por lo tanto, lo primero que hay que tener claro es que invertimos para el largo plazo (idealmente 10 años o más), que debemos diversificar todo lo posible (buscar invertir en todo el mundo, de forma que abarquemos la mayoría de países y sectores) y que solo debemos invertir en aquello que entendemos y cuyo riesgo estamos dispuestos a soportar. Todo lo que se salga de eso aumenta la probabilidad de perder dinero.
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El gráfico muestra que la situación ideal para invertir sería un escenario donde converjan bajas comisiones, largo plazo, dinero que no necesitamos y producto diversificado.
SEGUNDA CLAVE
Lo que no se suele considerar: las comisiones
Invertir con bajas comisiones es fundamental. En muchas ocasiones no nos damos cuenta de lo mucho que importan las comisiones porque no las vemos: no salen de nuestra cuenta, sino que la gestora las cobra directamente del fondo. Es decir, la consecuencia de las comisiones no es que nos quiten dinero en la cuenta, sino que nuestra inversión vale menos con el paso del tiempo.
Por ejemplo, si invertimos 10.000 euros en un fondo de inversión que obtiene una rentabilidad anual antes de comisiones del 5 %, y que cobra una comisión del 1% anual, pasados 10 años tendremos 14.918 euros. Pero si invertimos ese dinero en un fondo idéntico, con la misma rentabilidad, pero con una comisión del 2 %, en 10 años tendremos 13.498 euros, 1.419 euros menos. Como todas las inversiones deben estar orientadas a largo plazo, la diferencia puede ser mucha, si la inversión dura 30 años la diferencia entre una y otra inversión subiría hasta 8.604 euros.
¿Cómo saber cuántas comisiones tiene un fondo? La forma más rápida es consultar el folleto del fondo (con las comisiones que va a cobrar el fondo) o el último informe semestral (donde se pueden ver, además de las comisiones, los gastos que tiene el fondo, que también afectan a la evolución de la inversión, lo que se denomina el ratio de gasto total del fondo, o, en inglés, TER, el “Total Expense Ratio”).
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La tabla muestra una simulación de cómo crece a lo largo de 30 años el patrimonio en una inversión que genera el 5 % de rentabilidad anual, en el caso de que la comisión sea del 1% y en el caso de que sea del 2 %. En concreto muestra que: En el año inicial, en ambos casos se invierten 10.000 euros. Al final del primer año, el patrimonio de la inversión con una comisión del 1 % es de 10.408 euros, mientras que el de la inversión con una comisión del 2 % es de 10.305 euros. Al terminar el segundo año, la inversión con un 1 % de comisiones alcanza los 10.833 euros, la que tiene un 2 % de comisiones se queda en 10.618 euros. Al acabar el quinto año, la inversión que tiene un 1 % de comisión acumula un patrimonio de 12.214 euros, mientras que la que tiene un 2 % llega a los 11.618 euros. Al final del décimo año, el patrimonio de la inversión con una comisión del 1 % asciende a 14.918 euros y el de la inversión con una comisión del 2% es de 13.498 euros. Al acabar el vigésimo año, la inversión que tiene un 1 % de comisión alcanza los 22.254 euros, mientras que la que tiene un 2 % llega a 18.221 euros. Al final del trigésimo año, el patrimonio de la inversión que tiene un 1 % de comisiones asciende a 33.199 euros y el de la inversión con una comisión del 2% a 24.595 euros.
TERCERA CLAVE
Lo más difícil: controlar nuestro comportamiento y calcular el momento para invertir
Con frecuencia, al analizar una opción de inversión, nos centramos en la rentabilidad pasada. Aunque sabemos que rentabilidades pasadas no garantizan rentabilidades futuras, sigue siendo un elemento que muchas personas utilizan como referencia. Y no es malo usarlo como tal: sirve, por ejemplo, para comparar la rentabilidad histórica del fondo con la del mercado en el que invierte, o para ver si oscila más de lo que somos capaces de soportar en momentos de turbulencias.
Sin embargo, la rentabilidad es lo único que, como inversores, no podemos controlar. Lo que sí podemos controlar es nuestra actitud y comportamiento respecto a esa inversión. Para eso lo mejor es pensar, antes de invertir, algunos puntos:
1. ¿Cuánto riesgo estoy dispuesto a asumir?Mejor buscar algo que nos deje dormir tranquilo por las noches, con dinero que no necesito en el corto plazo.
2. ¿Cuánto me va a costar invertir?Como hemos visto antes, hay que entender las comisiones y gastos asociados, que siempre existen.
3. ¿Cuánto tiempo estoy dispuesto a mantener la inversión?En general, a mayor plazo, más probabilidad de que la inversión sea rentable. Si necesitamos el dinero en un plazo menor a cinco años, es mejor no invertir.
4. Si baja mucho ¿voy a querer vender? Y si sube mucho ¿voy a querer invertir mucho más dinero?Si es así, tendré que ponerme ciertos controles para no actuar. La sangre fría es lo que nos permite mantener un plan de inversión, y pasar por los buenos y malos momentos sin reaccionar como lo hace la mayoría.
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El gráfico muestra como el riesgo de la inversión, el coste que tiene, el tiempo que la mantenemos y nuestro comportamiento son algo que podemos controlar, pero en lo que pocas veces nos fijamos. Sin embrago, la rentabilidad, que es justo lo que no podemos controlar, suele ser lo único en lo que nos fijamos.