¿Qué es la inversión sostenible? ¿Qué son la E, la S y la G?
Todos hemos oído hablar de inversión sostenible, responsable, ética o ESG/ASG (según sea en inglés o español). La inversión sostenible, además de buscar rentabilidad, tiene en cuenta la relación que las empresas tienen con su entorno (medio ambiente, sociedad, inversores…). Esas empresas que cuidan más su relación con el entorno, es más probable que consigan, con el paso del tiempo, disminuir los riesgos a los que se enfrentan y que sus beneficios se mantengan o crezcan, es decir sean sostenibles. ¿Cómo? Entre otras cosas, recibirán menos multas o sanciones, sus empleados estarán contentos de trabajar en ella y serán más productivos, cuidarán su entorno, y los clientes apreciarán sus esfuerzos y la preferirán sobre sus competidores. Como es lógico, hay muchas iniciativas que hacen que las empresas mejoren en su sostenibilidad en función del sector en el que operan (no se espera que una clínica dental tenga las mismas políticas que una empresa minera, por ejemplo). Sin embargo, las iniciativas sí se suelen agrupar en tres grandes bloques (ESG por sus siglas en inglés, ASG en español): medio ambiente (E), social (S), y de gobierno corporativo (G).
Medio ambiente



Sin duda la más conocida y evidente de las tres. Tanto que, con frecuencia, se asocia la etiqueta “sostenible” únicamente a las empresas que son cuidadosas con el medio ambiente y, específicamente, con el clima. En esta categoría entraría todo lo relacionado con el uso y conservación de recursos naturales (energía, agua, madera, tierras…), las emisiones, deshechos o residuos que genera con su actividad (no sólo de CO2, sino cualquier agente tóxico o contaminante del aire, de la tierra o del agua) o cuando los clientes consumen su producto, la forma de tratar a los animales…
Durante muchos años ha habido empresas que han aprovechado que “lo que es de todos no es de nadie”, y no se han preocupado por los efectos negativos que causaba llevar a cabo su actividad (lo que en economía llaman “externalidades negativas”). Por ejemplo, aprovechando la presencia de un río cercano para deshacerse de aguas contaminadas. La implicación es que no asumían el coste real de sus actividades, sino que lo trasladaban al resto de la sociedad. Cuidar de estos factores no solo disminuye el riesgo para la empresa de dañar el medio ambiente a su alrededor (y el riesgo reputacional asociado a ello – pensemos en los grandes vertidos de petróleo en el mar), sino que contribuye a cuidar de los recursos escasos del planeta. Sin embargo, no siempre significa dejar de hacer esas actividades, las empresas pueden buscar compensar de alguna manera el daño que es inevitable que generen. Por último, también hay que tener en cuenta la contribución indirecta de los clientes en estas prácticas: solemos buscar los productos más baratos, sin darnos cuenta de que ese precio tan bajo se consigue, a veces, con un coste medioambiental alto, y “premiamos” precisamente a las empresas que hacen lo que reprobamos. Un ejemplo de esto se ve al comprar frutas y verduras que no se han cultivado usando pesticidas (y que, por lo tanto, son más caras, al estar más sujetas a posibles plagas de insectos), en comparación con otras que son más baratas (y que sí utilizan pesticidas). Nadie prefiere comer alimentos que puedan tener restos de pesticidas, pero no todo el mundo está dispuesto a pagar algo más por garantizarlo.
Social
Las empresas tienen un componente social muy fuerte: están formadas por personas, prestan sus servicios a personas y además se relacionan con su entorno, en el cual también hay personas. Se suelen incluir en esta categoría el trato a los empleados y la gestión de recursos humanos (respeto a los derechos humanos, seguridad en el lugar de trabajo, remuneración adecuada, formación a los empleados, diversidad de perfiles), la relación con proveedores (que tengan los mismos valores que la empresa que les contrata, que no haya sobornos o corrupción de por medio), con clientes (protección a los consumidores, calidad de los productos, seguridad en el uso de información) y la relación con la comunidad en la que operan (esfuerzo por mejorar el entorno en el que están, ya sea a través de programas de voluntariado o de donaciones).


Al cuidar estos aspectos, las empresas serán mejor valoradas por sus empleados (que estarán más contentos en el trabajo, mejorando la imagen de la empresa de cara a sus clientes), por sus clientes (que se sentirán mejor tratados) y por sus proveedores (que estarán satisfechos con su relación comercial y querrán dar un buen servicio y mantener la relación en el tiempo). ¿Qué ejemplos puede haber de fallos en la dimensión social? Que algún proveedor haga uso de trabajo infantil, el origen dudoso de los materiales o servicios usados por la empresa, discriminación o maltrato a empleados, dejadez en el cuidado de la relación con los clientes… Probablemente sea el bloque más difícil de evaluar, y más difícil para las empresas de transformar en datos fáciles de analizar. Actualmente, la mayor parte de la información publicada sobre esta categoría se refiere a la remuneración de los consejeros y altos cargos, la remuneración equivalente entre hombres y mujeres, o el porcentaje de mujeres en los consejos de administración.
Gobierno corporativo



Quizá sea la categoría menos conocida (y menos entendida). Hace referencia a lo relacionado con los órganos de dirección y gestión de la empresa: variedad e independencia en los perfiles de consejeros y directivos, cultura empresarial y valores, derechos de los accionistas, claridad en la información corporativa, remuneración de los altos cargos, pago adecuado de impuestos, prácticas arriesgadas e ilegales, compromisos políticos y actividades de lobby.
Además, es el reflejo de que una empresa quiere hacer las cosas bien: si esta categoría no está cuidada, es probable que el resto no lo estén, porque es desde el gobierno corporativo desde donde se impulsan las decisiones, incluidas las de relación con el medio ambiente y con la sociedad. Por el mismo motivo, es quien debe asegurarse del equilibrio entre mejorar la posición de la empresa en términos medioambientales y sociales, generar una rentabilidad adecuada, y asegurar el futuro de la empresa. Podemos encontrar algunas malas prácticas respecto a esta categoría de gobierno corporativo a menudo en las noticias. Por ejemplo, casos en los que las juntas de accionistas de empresas de todo el mundo reprueban a los altos directivos por considerar sus salarios o bonus excesivamente altos. También se han visto casos, tanto en las administraciones públicas, como en empresas, de directivos tomando decisiones por interés propio.
¿Por qué se habla tanto de ESG en el mundo de la inversión? En los últimos años, muchos bancos y gestoras de fondos han aumentado considerablemente su oferta de productos ESG. Uno de los motivos es, sin duda, el interés de parte de la población por saber que su dinero está invirtiéndose en empresas que sean consideradas sostenibles. También hay muchos líderes de empresas que sienten la necesidad de preocuparse por la sociedad (además de por los consumidores, los empleados y los accionistas). Sin embargo, también es clave, especialmente en la Unión Europea, la regulación que intenta impulsar los Objetivos de Desarrollo Sostenibles y los acuerdos de París para luchar contra el cambio climático, buscando mover gran parte del dinero invertido hacia empresas que se esfuercen por mejorar su puntuación ESG. Para esto, intentan además estandarizar la forma de medir cada cosa, forzando a las empresas a que aumenten la transparencia sobre lo relacionado con ESG. Probablemente en los próximos años, la oferta vaya aumentado poco a poco, los criterios de evaluación vayan refinándose y se pueda ver con más claridad qué acciones concretas realizan las empresas para demostrar su interés en cada categoría. Esto facilitará la tarea a muchos inversores que hoy no encuentran este tipo de información fácilmente.
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